[© A.
C. G.]
Quién
habría de decir,
cuando
el mundo era el verano
y
era el río el paraíso
y
era la vida su paso
por
mi ciudad, que un buen día,
aquel
curso abierto y claro,
donde
nutrias y castores
eran
naturales amos,
habría
de dar en esto
que
se arrastra derrotado:
agua
turbia, lodo, espuma,
sombra
de tanto arrebato,
de
aquella luz transparente
de
mi infancia, de aquel largo,
noble
y caudaloso río
que
cantara Garcilaso,
donde
ayer vivían ninfas
y
hoy mueren bogas y barbos.
Quién
habría de decir,
cuando
en sus aguas nadáramos,
que,
con el paso del tiempo,
viviera
esta muerte El Tajo.